24 de noviembre de 2012

Un día

Y llega ese día, esa persona. Hasta entonces tú tenías las cosas claras, ni una duda. Sabías perfectamente lo que ibas a hacer al minuto siguiente, incluso dentro de una semana. Conocías tus límites y tus debilidades, y también tus virtudes. Creías saber cuáles eran tus capacidades. Únicamente tú te planteabas tus propios retos, y no dejabas que nadie decidiese tus metas. No escuchabas cuando no te apetecía. Poseías tu amor propio herido, aunque sólo a veces. Creías que tú misma podías comerte el mundo en una sola noche, que lo habías visto en las películas. Soñabas con dejar huella en muchísimas personas, para que cuando tú no estés físicamente, sí que estés en sus recuerdos. Ansiabas con vivir al límite, con tener experiencias, no querías llevar la monotonía que todas las personas siguen cada día. Y de repente, sin saber cómo ni por dónde, aparece alguien que no esperabas. Gracias a él has descubierto que no hay decisiones, sólo acciones. Te ha enseñado que no hay límites, y que las debilidades realzan las virtudes. Sencillamente has aprendido que cada uno cuenta con las capacidades con las que decide contar. Te has dado cuenta de que no solo tú puedes abrirte puertas, y que las adversidades están para superarlas. Te enseñó la importancia de escuchar, por lo mucho que puedes aprender, o simplemente por hacer que otras personas se sientan bien. Te ha hecho sentir la chica con más suerte del mundo, y tu autoestima ahora te saca una cabeza. Has aprendido a diferenciar entre ficción y realidad, aunque a veces nuestra vida parezca a una película, ya sea romántica o de terror. Ahora ya sabes que lo importante no es la cantidad de personas en las que dejes tu huella, si no la forma en que la dejas.

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